Ha fallecido un amigo, Juan Carlos Sardiña.



Ha fallecido un amigo, Juan Carlos Sardiña.


No es un amigo de la infancia, ni del colegio, ni de la universidad, ni de mis primeros días en el trabajo.

Es un amigo tardío, al que conocí por casualidad, porque otro amigo había quedado a comer con él, pero le surgió un compromiso y me pidió que le atendiera yo.

Desde el primer momento hubo química entre los dos, esos 30 segundos iniciales cuando conoces a una persona que te dicen “me gusta”.

Nació en Cuba. Hijo de la revolución. Brillante carrera en el cuerpo jurídico del ejército como el fiscal más joven hasta que…. ¡Bueno! Eso es otra historia.

Dejó el cuerpo jurídico para dedicarse a la consultoría internacional, sin embargo, nunca perdió de vista a su amada Cuba. Le he visto rechazar propuestas porque, según él, solo querían llevarse el poco dinero del país sin dar nada a cambio.

Pasear con él por la calle era una aventura, todo el mundo le conocía y le saludaba, hasta el punto de que mi otro amigo Omar (que ya también falleció) decía que seria el próximo alcalde de Marianao, pues siempre tenía unos minutos para todo el mundo.

Amigo de sus amigos. Durante todo el tiempo que le conocí, ha ayudado a gran cantidad de personas, económicamente, con medicinas, con tramites jurídicos, e incluso a alguno lo ha sacado de la cárcel, y esta ayuda no siempre fue correspondida, pero él siempre decía “lo hice porque yo quise” no porque esperara nada a cambio.

Salió de Cuba en casi un centenar de ocasiones, pero siempre regresó, aunque tuvo oportunidad de quedarse a vivir en España, Canadá o México.

De siempre ha estado amenazado por una enfermedad de corazón, pero eso no le ha impedido vivir como ha querido. Siempre me ha recordado un poco al personaje Juan de los Muertos, del director cubano Alejandro Brugués, que vive entre zombis riéndose de sí mismo y haciendo lo que le viene en gana, nunca rehúye una pelea y, cuando tiene oportunidad de marcharse, siempre vuelve, pues como él mismo dice… YO NACI EN CUBA Y MORIRE EN CUBA

Y así ha sido, descansa en paz compañero.

Al terminar esta frase las lágrimas me nublan la visión y, con gran pesar en el alma, lo único que me reconforta es que desde donde estéis, Omar y tú, velaréis por nosotros, compartiendo un trago de ron y un buen cigarro. Yo me acordaré de vosotros cada vez que abra una botella y compartiré un poco en el rincón como me enseñaste.


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