EL CONCURSO DE ACREEDORES

Ángel Luis Vázquez
Economista

EL CONCURSO DE ACREEDORES, UNA HERRAMIENTA MAL UTILIZADA POR LAS EMPRESAS ESPAÑOLAS


Según datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), el número de deudores concursados en el conjunto del año 2018[i] fue de 5.635, un 2,1% inferior al registrado en 2017.

Mientras que el PIB (Producto Interior Bruto), base 2010, según datos de la misma fuente creció un 2,5%.


Según el informe del REFOR (Registro de Economistas Forenses del Consejo General de Economistas), en una de sus conclusiones, se observa una cierta correlación entre el incremento porcentual del PIB y la disminución en el número de concursos.

Y efectivamente así es en la mayoría de los casos como podemos ver en el siguiente cuadro comparativo, salvo en el caso del ejercicio 2017, que aún existiendo un crecimiento del PIB del 3%, los concursos de acreedores se incrementaron en un 10%.


 
Quiere esto decir que si bien parece que existe una relación entre la buena salud económica (crecimiento del PIB) y el número de concursos de acreedores, no existe una clara correlación, y esto puede ser debido entre otros factores al “desfase” existente entre el momento real en que la empresa entra en graves dificultades y el momento de la declaración de concurso de acreedores.

Quizá sea importante subrayar,  que de los 5.635 concursos presentados en el 2018, el 27% se corresponden con personas físicas sin actividad empresarial y el 73% se corresponden con empresas en sus distintas modalidades.

Otro dato significativo es que, de las 4.131 empresas concursadas, mas de la mitad (2.084), son empresas con un volumen de negocio inferior a los 500.000 euros, sobre todo personas físicas y Sociedades Limitadas.

Por actividades, el comercio (22,66%) y la construcción (15,20%) son los que mayor número de concursos de acreedores presentan. En el caso del comercio, parece clara la tendencia de destrucción del pequeño comercio de calle, del comercio tradicional de toda la vida, que está siendo fagocitado por las grandes cadenas. En el caso de la construcción, el tema parece distinto, pues si bien la construcción en general parece que en los últimos años ha remontado en actividad, es cierto que existe un cambio de modelo y que todavía quedan empresas muy afectadas por la “crisis del ladrillo”.

Normalmente nos han enseñado que el denominado “Death Valley”, o valle de la muerte, periodo en el cual las empresas y negocios tienen mas probabilidades de fracasar se produce en los primeros años de existencia, pero las estadísticas concursales nos dicen que entre el momento de su creación y los 8 años de antigüedad es cuando mas empresas entran en concurso.


Si cambiamos el tipo de grafico de barras a líneas podemos ver ….

 

Una tendencia, según la cual después del peligro de los primeros ocho años, el número  de concursos desciende gradualmente hasta el periodo entre los 17 a 20  años de antigüedad, donde se produce el menor número de empresas en concurso, para inmediatamente después volver a tener un número similar a la inicial después de los veinte años de antigüedad. Esto quizá nos puede indicar que el mayor peligro de concurso se produce cuando las empresas nacen, y cuando ya han alcanzado la madurez y se producen eventos como por ejemplo un cambio generacional.

En el ámbito nacional podemos decir que Cataluña con 1.577 concursos ha sido la Comunidad Autónoma con mayor número de concursos en el 2018, seguida a bastante distancia por la Comunidad de Madrid con 941 concursos.

En el ámbito internacional, no tenemos datos del ejercicio 2018, pero si volvemos al informe del REFOR anteriormente comentado con datos del 2016, podemos extraer la conclusión de que la cifra de concursos de empresas en España (en torno a 4.000 anuales en 2016) es inferior a la de otras economías vecinas de Europa (Francia: más de 57.000; Alemania, unos 21.000; Reino Unido más de 16.000; Italia, más de 13.000; Portugal supera los 7.000, y Dinamarca por encima de 6.000, habiendo experimentado el mayor crecimiento de estos países, nada menos que un 65%). Incluso un país como Portugal, de menor dimensión económica que nosotros, cuyo PIB es 6 veces inferior al de España y con 4 veces menos de población que nuestro país, nos supera en número de concursos en 2016: más de 7.200. También se destaca en este informe el caso de Dinamarca, con un número de concursos, más de 6.000, no muy alejado de los nuestros, siendo un país mucho más pequeño y con menor PIB.


Evidentemente estos son cifras “absolutas” que no nos dicen gran cosa si no las ponemos en valor con otros datos, como por ejemplo, el número de empresas, población o PIB.

PAIS
Nº CONCURSOS
Millones EMPRESAS
% CONCURSOS SOBRE TOTAL EMPRESAS
POBLACION (En millones habitantes)
PIB (En billones de €)
Francia
57.844
2,8
2,1
66
2.225
Alemania
21.518
3,7
0,6
80
3.133
Reino Unido
16.502
3,6
0,4
64
2.367
Italia
13.472
3,9
0,3
61
1.672
Portugal
7.168
1,1
0,6
10
185
Dinamarca
6.674
0,3
1,4
5
277
Finlandia
2.408
0,3
0,9
5
214
España
4.080
3,3
0,1
46
1.114

Esto realmente ya nos da una información comparada, pues en relación con el número de empresas somos el país del entorno que menos número de concursos tiene, frente a Francia que tiene 21 veces más, o Alemania que tiene 6 veces más.


Entonces ¿Estos datos significan que nuestras empresas gozan de una mejor salud financiera que las alemanas, francesas o inglesas?

Lamentablemente la respuesta no es afirmativa, y son varios los motivos:

a.      Por dimensión, como se indica en las conclusiones del informe del REFOR, la diferencia puede ser que, en España, hay más empresas micro pymes y que la empresa en otros países europeos es de mayor dimensión. Esto es, quizá́ porque en términos relativos hay menos empresas que en España (en comparación con su dimensión económica, pero son más medianas y grandes empresas.
b.      En España, en realidad muchas empresas no acuden al concurso de acreedores, al no percibir sus ventajas, al contrario de otros países europeos, por lo que existe un elevado número de empresas y negocios que “cierran a la francesa[ii]” y simplemente desaparecen o engrosan las cifras de la economía sumergida.

En consecuencia, la siguiente pregunta sería:¿Por qué las empresas españolas no utilizan la herramienta concursal que ha demostrado ser muy efectiva en otros países del entorno?

En este sentido, el presidente del Consejo General de Economistas, Valentín Pich, ha señalado que “pese a los avances normativos de los últimos años en materia concursal, las insolvencias en nuestro país deberían tener un tratamiento más ágil y menos formalista”.

Por su parte, el presidente del REFOR, Alfred Albiol, ha destacado que “en nuestro país las situaciones de insolvencia siguen percibiéndose como un estigma, por lo que muchas empresas se resisten a acudir al concurso por una posible pérdida de reputación”.

Desde mi experiencia no puedo estar más de acuerdo con lo indicado por Valentin Pich, pues según la estadística concursal (anuario 2017) el tiempo medio entre el auto de declaración y el auto de conclusión en un procedimiento abreviado es de 2,7 años, mientras que en un procedimiento ordinario asciende hasta los 4,7 años.

En línea con lo indicado anteriormente, en la estadística concursal también se indica que prácticamente el 80% de las solicitudes de concurso pasan directamente a la fase de liquidación, que por término medio menos del 10% de las solicitudes de concurso alcanzan convenio y más del 90% termina en liquidación.

También desde mi experiencia, puedo decir que he conocido a muchos empresarios que en esta ultima crisis han hipotecado hasta sus bienes personales por salvar a sus empresas (en muchos casos su único medio de subsistencia) y que todos estos sacrificios han resultados infructuosos por carecer de un correcto asesoramiento y un diagnostico acertado.

En muchos casos, no habría que haber esperado tanto tiempo antes de presentar el concurso, ya que con un diagnostico temprano de la posible situación de insolvencia, se podría haber planificado correctamente la solicitud del concurso con ciertas garantías de éxito, pues no olvidemos que las herramientas financieras (quitas y esperas) y la protección de la empresa cuando se encuentra bajo el paraguas del concurso, pueden propiciar la consecución de convenios con los acreedores, satisfactorios para ambas partes y asumibles en el tiempo. Por poner un símil médico, si el enfermo llega al hospital con sus signos vitales deteriorados pero constantes, los médicos pueden hacer algo, pero cuando llega ya moribundo, poco es lo que puede hacerse por él.

Y en otros muchos casos, es la situación del mercado, el cambio de modelo, etc., la que hace que negocios perfectamente viables en el pasado actualmente sean insostenibles. En estas situaciones, el concurso de acreedores también puede ser una magnifica herramienta para realizar un cierre ordenado.

En ambos casos, los profesionales de la economía (asesores, auditores, directores financieros, controllers, …) tenemos mucho que decir, pues somos los que mejor posicionados estamos para poder asesorar al empresario, ya que manejamos sus cifras de primera mano, y tenemos la oportunidad de realizar un correcto diagnostico de su situación, pudiendo avisar con tiempo del deterioro de su situación financiera y de las posibles medidas a tomar dependiendo de la situación concreta.

Contando con unos profesionales que puedan realizar un correcto diagnostico a tiempo, se puede salir de una delicada situación financiera, y en el peor de los casos, realizar un cierre ordenado que no ponga en peligro el patrimonio personal.
   

[i]  Últimos datos publicados.
[ii] Cuando alguien se marcha de un lugar sin despedirse de los presentes, se suele decir que “se ha despedido a la francesa”. El origen del término viene de una costumbre que se popularizó entre la alta sociedad y burguesía de Francia a mediados del siglo XVIII. Esa costumbre, a la que bautizaron como “sans adieu” y que significa ‘sin adiós’, se realizaba cuando uno de los asistentes a una fiesta o acto social decidía marcharse. Éste debía abandonar la estancia discretamente, sin llamar la atención ni despedirse de nadie (incluyendo a los anfitriones), siendo de muy mala educación que saludase o indicase su deseo de marcharse a alguien.

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