¿Qué es la inteligencia artificial (IA)?


¿Qué es la inteligencia artificial (IA)?

 

Publicada el 1 de septiembre de 2019 en LinkedIn
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Corren estos días “ríos de tinta” o, mejor dicho, “ríos de bits” en textos digitales sobre la inteligencia artificial (IA). Un nuevo tópico que parece que va a afectar inexorablemente a nuestras vidas y va a transformar el mundo de forma dramática y total. Bueno, ya veremos hasta qué punto esto va a ser así, si los efectos de esta transformación van a ser tan profundos como se augura y si van a tener carácter beneficioso o perjudicial. De hecho, numerosos sistemas de inteligencia artificial están ya presentes en nuestras vidas hace mucho tiempo, condicionándolas o ayudándonos en numerosas tareas.

Aunque el término “inteligencia artificial” fue introducido por primera vez por John McCarthy (1927-2011) durante una conferencia en Darmouth en 1956, ya con anterioridad el tema había despertado debates y mucha curiosidad. Desde la acuñación del término “robot” en 1920 por el dramaturgo checo Karel Capek (1890-1936), hasta el test de Alan Turing (1912-1954), quien en 1950 formuló una prueba para evaluar la capacidad de una máquina para hacerse pasar por un ser humano, lo que aconteció efectivamente en 2014 cuando un sistema engañó a algunos expertos de un jurado haciéndose pasar por un niño de 13 años.

Sí, pero ¿qué es la inteligencia artificial? Envuelto entre todas las definiciones, conceptos y debates, se me ha ocurrido reflexionar sobre una definición entendible antes de elucubrar sobre todas las posibles implicaciones que el desarrollo y la aplicación de la inteligencia artificial pueda tener sobre nuestro mundo y sobre nosotros mismos.

Sin tener que ir mucho más lejos, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, “inteligencia” significa “capacidad para entender o comprender, capacidad para resolver problemas, conocimiento, comprensión, acto de entender, …” y también “conjunto de ideas, valores, etc.”, así como “habilidad, destreza y experiencia”.

En cuanto al adjetivo “artificial”, de nuevo según el diccionario de la Real Academia, el término quiere decir “hecho por la mano o arte del hombre, no natural, falso, producido por el ingenio humano, etc.” En base a esta definición, resulta evidente que la inteligencia artificial es una tecnología desarrollada y utilizada por individuos de la raza humana, lo cual es un poco contradictorio con el concepto de no natural, en el sentido de que lo artificial y la tecnología son consustanciales a la humanidad y forman parte de su naturaleza, por lo que son naturales en el ser humano y son características intrínsecas y diferenciadoras del mismo, frente al resto del reino animal o de la naturaleza.

Pero volviendo al sustantivo “inteligencia”, ya sea artificio del ser humano, o natural en él mismo, lo que más me llama la atención es su aspecto práctico de “capacidad para resolver problemas”. Incluso más allá, capacidad para “tomar decisiones”. Este aspecto de que una tecnología nos resuelva los problemas, más o menos complejos y nos ayude a tomar decisiones, o tome decisiones por nosotros de forma automática, es una cuestión tremendamente interesante y, a mí juicio, la convierte en una herramienta o tecnología muy potente y, a la vez, extraordinariamente útil y práctica.

Si analizamos por partes la inteligencia o un sistema de inteligencia y cómo funciona, lo primero que nos encontramos es el conocimiento. Básicamente, la información, que se adquiere a través de sensores, en el humano, a través de los sentidos. Esta información, convenientemente codificada y ordenada, es decir, entendida y comprendida, se almacena en la memoria. ¿Puede uno ser inteligente sin tener un mínimo contacto con el entorno y sin tener un mínimo de memoria?

Posteriormente tenemos una fase de proceso. Hay que pensar, reflexionar, recalcular, analizar las diferentes posibilidades, comparar y, entonces se obtiene una conclusión o un resultado, eventualmente, una solución o una decisión. Muy importante es un último paso, la acción. Esto es transmitir una información, presentar el resultado o solución o ejecutar una acción, por ejemplo, un movimiento.

Como resumen de lo anterior, una inteligencia tiene sensores o sentidos, memoria, capacidad de proceso o raciocinio y capacidad de comunicación o acción. Cualquier inteligencia humana o artificial tiene dichos elementos y la falta o menor nivel de alguno de ellos la limita haciéndola “menos inteligente”.

Es curioso como tendemos a identificar sistemas de inteligencia en artificios como robots, que son fundamentalmente autómatas, incluidos chat-bots o sistemas de conversación automatizados, o co-bots que son robots que trabajan conjuntamente con empleados. También es curioso como intentamos darles un aspecto humano, o en su defecto, animal. No concebimos fácilmente un robot con forma de caja, sino de muñeco o mascota. Sin embargo, un sistema de inteligencia artificial no está necesariamente incluido en estas máquinas y puede consistir simplemente en un programa o “algoritmo” a semejanza del proceso de la inteligencia descrito con anterioridad.

De hecho, un “algoritmo” es un grupo finito de operaciones ordenadas de manera lógica con la finalidad de obtener un resultado. Esta definición de algoritmo, ya contemplada por Alan Turing en 1936, es compatible con un programa informático y, en parte, con la descripción del proceso de la inteligencia. La cuestión es si un algoritmo o un programa es inteligente, es decir, si tiene capacidad para contener conocimiento o experiencia, tiene destreza, comprensión del contexto y toma decisiones o resuelve problemas.

Otro tópico latente es el “aprendizaje”, es decir, si las máquinas o robos inteligentes pueden aprender, incluso si tienen cierto grado de autonomía en ese aprendizaje. Básicamente, el “aprendizaje” es la adquisición de conocimientos, experiencia, habilidades y capacidades. En base a sus definiciones respectivas, la inteligencia facilita el aprendizaje y el aprendizaje incrementa la inteligencia.


Conocimiento, acciones, aprendizaje, experiencia, … entonces, ¿en qué se diferencia la inteligencia humana de la inteligencia artificial? Dos cuestiones son clave en esta diferenciación, la “creatividad” y la “intuición”. En mi opinión, la creatividad no es exclusiva de la inteligencia humana. Tal y como decía Salvador Dalí, “ser original es volver a los orígenes” y muchas creaciones son combinación de cosas preexistentes. Es prácticamente imposible que algo sea enteramente nuevo. También, una máquina podría crear o innovar por pura iteración combinatoria. Cualquiera familiarizado con la invención sistemática (Systematic Inventing) entiende fácilmente este proceso.

Sin embargo, la “intuición” es un misterio. Podríamos definir la “intuición” como la capacidad de tomar decisiones o acciones sin conocimiento formal, sin percepción y sin un razonamiento lógico, pero con un significativo número de aciertos. No tiene nada que ver con el azar. Se trata más bien de una inteligencia oculta o informal, más relacionada con percepción extrasensorial o el conocimiento inconsciente. La inteligencia humana puede ser inteligencia intuitiva, pero la intuición no cabe en la inteligencia artificial porque su proceso está completamente descrito y formalizado.

¿Tiene la inteligencia artificial sesgo masculino? De esto se quejan algunas compañeras. La inteligencia femenina y masculina podrían ser distintas en base a diferentes proporciones de inteligencia emocional, inteligencia espacial, etc. Sin embargo, es notorio que el sesgo se produciría por un mayor número de profesionales masculinos que programan los sistemas de inteligencia artificial. Además, también se producen todo tipo de sesgos nacionales y culturales. Y esto no es más que la punta del iceberg de las cuestiones éticas y sociales que están surgiendo alrededor de la inteligencia artificial.

Cabe recordar que la inteligencia se define también como conjunto de ideas y valores. ¿Cuáles son los valores éticos que contiene la inteligencia artificial? ¿Quién los determina? Ya en 1940, Isaac Asimov (1920-1992) enunció sus famosas tres leyes de la robótica, atribuyéndolas a John W. Campbell (1910-1971). Estas leyes responden al “complejo de Frankenstein” y al temor de que máquinas inteligentes o seres creados artificialmente se rebelen contra la humanidad. En realidad, las preocupaciones éticas son otras. Entre ellas, el hecho de que la inteligencia artificial no sea utilizada con fines malignos y delictivos, que contribuya eficazmente al desarrollo y que beneficie por igual a todos los estratos sociales, naciones y etnias.

Es sorprendente que una tecnología que lleva tantos años entre nosotros suscite de repente tantas dudas y temores, y no hayamos sido plenamente conscientes hasta ahora de sus implicaciones en la economía, el empleo, la seguridad y la sociedad. Quizás el motivo sea su actual desarrollo exponencial y las múltiples aplicaciones en nuestro día a día que empiezan a cambiar nuestras vidas en mayor medida de lo que lo han hecho hasta ahora.