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El no también es una opción ….
Fuente: No es lo mismo Silvia Guarnieri y Mirian Ortiz
Desde niños somos educados para ser “socialmente
correctos” y el “no” y en esta cultura de agradar a los demás, decir no, no
suele considerarse socialmente una práctica amable y educada .
Sin embargo, esta práctica de agradar a los demás puede hacer que nos
olvidemos de nosotros mismo, de nuestras necesidades y de nuestros intereses,
lo que nos va generar importantes problemas a la hora de interactuar con los demás,
y lo más importante, con “nuestro yo interno”.
¿Por qué no
sabemos decir que no? Pues porque diciendo siempre “si” estamos buscando el
aprecio, aceptación y reconocimientos de los demás, instalándose en nuestra
mente prejuicios del estilo “si digo que no, van a pensar que no soy del grupo,
se van a enfadar y en otra ocasión no van a contar conmigo”, aunque en muchas
ocasiones el resultado real sea muy diferente.
Cuando una
persona dice siempre “si” sin tener en cuenta sus necesidades y sentimientos está generando contradicciones internas, en la
manera de interactuar con su yo interno, y externas, en la manera de
interactuar con los demás:
a. Cada vez que decimos “si” de forma automática,
cuando teníamos que haber dicho “no”, nos estamos traicionando a nosotros
mismos pues relegamos a un segundo plano nuestra propias necesidades supeditándolas
a los de los demás.
b. En estos casos ponemos en juego
nuestra “dignidad”, es decir poder aceptar algo que está en línea con nuestros
principio, creencias y valores, por lo que cuando decimos si por quedar bien
con los demás, nuestro yo interno se encargara
de poner de manifiesto desde lo más interno de nosotros esta contradicción haciéndonos
estar insatisfechos con nosotros mismo.
c. El muchas ocasiones, decir “si”
cuando teníamos que decir “no”, va a comprometer tiempo y recursos que teníamos
destinados a otras actividades, por ejemplo salir a correr todos los días una
hora, o a otras personas, por ejemplo ver a mis hijos todos los días antes de
acostarse, y esto supone un “incumplimiento de nuestras promesas”, bien con
nosotros, bien con los demás.
d. Cuando decimos “si” cuando teníamos que
decir “no” por mantener una relación, podemos evidenciar un servilismo que lo único
que consigue es que la otra parte cada vez nos pida más y más, terminando por
romperse la relación de todas las maneras, pero con un coste mucho más elevado.
e. Cuando decimos “si” cuando teníamos que
decir “no”, tendemos a justificarnos echando la culpa a los demás por tener la
desfachatez de pedirnos algo que no nos tenían que pedir. Esto crea un
resentimiento, tanto interno, hacia nosotros mismos por acceder a algo que no teníamos
que acceder, como hacia los demás, por pedirnos lo que no nos tenían que pedir,
cuando en realidad el único culpable somos nosotros cuando decimos “si” y teníamos
que decir “no”.
f. Cuando estamos acostumbrados a decir
siempre “sí”, generamos unas expectativas sobre la obligación de los demás a
decir “si” cuando nosotros realizamos una petición, que de no cumplirse, provocan
frustración y resentimiento.
De lo anterior, podemos llegar a la conclusión de que
diciendo siempre “si” no vamos a conseguir una buena interactuación con los demás,
muy al contrario, si desarrollamos la habilidad de decir “no“ de una manera
honesta y franca, no solo no vamos a dañar la relación, sino que es muy posible
que esta se vea reforzada.
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