El no también es una opción ….

Ángel Luis Vázquez Torres
Economista
Mediador Civil, Mercantil y Concursal
Administrador Concursal
Experto contable, financiero y Fiscal
Coach


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El no también es una opción ….

Fuente: No es lo mismo Silvia Guarnieri y Mirian Ortiz


Desde niños somos educados para ser “socialmente correctos” y el “no” y en esta cultura de agradar a los demás, decir no, no suele considerarse socialmente una práctica amable y educada .

Sin embargo, esta práctica de agradar a los demás puede hacer que nos olvidemos de nosotros mismo, de nuestras necesidades y de nuestros intereses, lo que nos va generar importantes problemas a la hora de interactuar con los demás, y lo más importante, con “nuestro yo interno”.
¿Por qué no sabemos decir que no? Pues porque diciendo siempre “si” estamos buscando el aprecio, aceptación y reconocimientos de los demás, instalándose en nuestra mente prejuicios del estilo “si digo que no, van a pensar que no soy del grupo, se van a enfadar y en otra ocasión no van a contar conmigo”, aunque en muchas ocasiones el resultado real sea muy diferente.
Cuando una persona dice siempre “si” sin tener en cuenta sus necesidades y sentimientos  está generando contradicciones internas, en la manera de interactuar con su yo interno, y externas, en la manera de interactuar con los demás:
a.   Cada vez que decimos “si” de forma automática, cuando teníamos que haber dicho “no”, nos estamos traicionando a nosotros mismos pues relegamos a un segundo plano nuestra propias necesidades supeditándolas a los de los demás.
b.   En estos casos ponemos en juego nuestra “dignidad”, es decir poder aceptar algo que está en línea con nuestros principio, creencias y valores, por lo que cuando decimos si por quedar bien con los demás,  nuestro yo interno se encargara de poner de manifiesto desde lo más interno de nosotros esta contradicción haciéndonos estar insatisfechos con nosotros mismo.
c.    El muchas ocasiones, decir “si” cuando teníamos que decir “no”, va a comprometer tiempo y recursos que teníamos destinados a otras actividades, por ejemplo salir a correr todos los días una hora, o a otras personas, por ejemplo ver a mis hijos todos los días antes de acostarse, y esto supone un “incumplimiento de nuestras promesas”, bien con nosotros, bien con los demás.
d.   Cuando decimos “si” cuando teníamos que decir “no” por mantener una relación, podemos evidenciar un servilismo que lo único que consigue es que la otra parte cada vez nos pida más y más, terminando por romperse la relación de todas las maneras, pero con un coste mucho más elevado.
e.   Cuando decimos “si” cuando teníamos que decir “no”, tendemos a justificarnos echando la culpa a los demás por tener la desfachatez de pedirnos algo que no nos tenían que pedir. Esto crea un resentimiento, tanto interno, hacia nosotros mismos por acceder a algo que no teníamos que acceder, como hacia los demás, por pedirnos lo que no nos tenían que pedir, cuando en realidad el único culpable somos nosotros cuando decimos “si” y teníamos que decir “no”.
f.     Cuando estamos acostumbrados a decir siempre “sí”, generamos unas expectativas sobre la obligación de los demás a decir “si” cuando nosotros realizamos una petición, que de no cumplirse, provocan frustración y resentimiento.

De lo anterior, podemos llegar a la conclusión de que diciendo siempre “si” no vamos a conseguir una buena interactuación con los demás, muy al contrario, si desarrollamos la habilidad de decir “no“ de una manera honesta y franca, no solo no vamos a dañar la relación, sino que es muy posible que esta se vea reforzada.




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